lunes, 16 de marzo de 2009

En voz alta





Me gusta leer. Me apasiona leer.
Desprevenidamente me he encontrado leyendo publicaciones sobre náutica, jardinería, el cuidado de bebés, cualquier cosa.
Mis lecturas favoritas obviamente van hacia el lado de la literatura, de ficción y no tanto , la poesía, la historia, la filosofia, la economía, la sociología y la política son mis nutrientes básicos.
No descarto nada, he encontrado inspiración hasta en las más irrelevantes revistas de chimentos.
Pero hace poco un inesperado giro de los acontecimientos me conmovió, volví a leer en voz alta, asi tal cual, repentinamente se devela ante mí la trascendencia de leer en voz alta, como si cada palabra que se dice quedara fijada en forma indeleble en algún lugar del cerebro, como si le hicieramos un reporte pormenorizado al universo que nos escucha.
Como cuando íbamos al colegio, y pasábamos al frente, a leer en voz alta ante la clase, con cierta verguenza tal vez, sin darnos cuenta por aquellos días de lo maravilloso de la lectura a viva voz, por un ratito éramos los vivos protagonistas de alguna hazaña histórica, algún cuento criollo, hasta el relato de los teoremas parecía tener un encanto único, estábamos participando sin querer de un acto sin precedente, el de la union de la palabra escrita y la palabra hablada.
Leo en voz alta en los bares, en los buses, en los aviones, mientras espero al dentista.
He asistido a oficios religiosos ultimamente, tan solo para escuchar y encontrar a alguien o algunos que compartan la pasion de escuchar la palabra leída.
Puedo parecer a veces un tanto desubicado, un loco quizas, pero les aseguro que ha habido gente que dejo de hablar trivialidades por sus celulares para atender mi lectura y mi relato, un cuento de Borges, el pronóstico del tiempo, citas de Séneca, el horóscopo.
Ojo! Leo para mí, no para los demás, pero los demás parecen involucrarse, quieren participar, me prestan cierta atención, un breve intervalo en sus vidas para después seguir su camino.
No me quiero imaginar que sería de la ciudad si todos leyeramos en voz alta, viajando en subte, bajando o subiendo en los ascensores, en las salas de espera de los hospitales.
Se imaginan…

Las canciones son sin duda una forma hablada, la palabra cantada, algunas cosas se dicen susurrando, otras a grito pelado y luego hay una cierta atemporalidad , un lapso que discurre en un hablar pausado o acelerado pero rítmico, dentro de una métrica que no es otra cosa que la melodía.
La melodía y la palabra que nos une.

Gracias por comunicarse, por aquellos que deciden dejar sus mensajes y los que no, por los que lo hacen con nombre y apellido y aquellos que lo hacen anónimamente, fundamentalmente gracias por comunicarse entre sí, por formar ese tejido, que es algo más compacto que una red, por compartir hasta en el disenso, por regalarme la idea renovada de ser fiel a un discurso y por que no…
por seguir leyéndome en voz alta.

MM